La presencia de Daddy Yankee en Córdoba se hizo notar ayer desde temprano en las inmediaciones del Orfeo.
Es que no sólo fue la ráfaga que agotó dos funciones lo que demuestra el fanatismo que despierta en la gente, sino que hay que sumar los cortes de pelo, los colgantes, los escudos de Los Yankees de Nueva York, los guantes con dedos cortados, los relojes de pulsera de gran tamaño, y todo lo que Daddy pueda llegar a rozar.
La gente lo ama. Se identifica con sus letras. Le gusta bailar su música. Brenda y Tamara llegaron a las ocho de la mañana al domo de Alto Verde junto a otro grupo de chicos de distintos barrios cordobeses. La ansiedad que les genera la figura del puertorriqueño no les permitió esperar en sus casas, de ninguna manera.
Es que no sólo fue la ráfaga que agotó dos funciones lo que demuestra el fanatismo que despierta en la gente, sino que hay que sumar los cortes de pelo, los colgantes, los escudos de Los Yankees de Nueva York, los guantes con dedos cortados, los relojes de pulsera de gran tamaño, y todo lo que Daddy pueda llegar a rozar.
La gente lo ama. Se identifica con sus letras. Le gusta bailar su música. Brenda y Tamara llegaron a las ocho de la mañana al domo de Alto Verde junto a otro grupo de chicos de distintos barrios cordobeses. La ansiedad que les genera la figura del puertorriqueño no les permitió esperar en sus casas, de ninguna manera.
Y no les importa la Gripe. A: “Si nos vamos a contagiar nos vamos a contagiar igual”, aseguraron mientras hacían cola en horas de la siesta, bajo el tibio sol del invierno que hacía de la experiencia algo más amable.
“Qué me va a importar el precio de las entradas. Soy hincha de Talleres y como jubilado me gasté 400 pesos para verlo descender. Cómo no le voy a dar una alegría a mi hija y a mi nieta”, dijo quien estaba desde temprano acompañando a sus nenas de 13 y 15 años.
“Nosotros nos privamos de muchas cosas, y si yo no pude vivir algo, quiero que ellas sí tengan la posibilidad. La felicidad no tiene precio”, reflexiona el padre de manos curtidas, peinando sus canas llenas de experiencia.
También estaba Leandro, de 21 años, quien “ambientó” en la peluquería un corte al estilo Daddy Yankee.
“Me gustan las letras que hablan de lo que pasa en la calle. En Somos de la calle relata cómo algunos se agarran del codo cuando le das la mano. Sea con plata, con un amigo, o con tu novia. También me gusta bailar sus canciones”, confesó sin sonrojarse, con su metro noventa a cuestas.
Por último, Ezequiel de Unquillo (17 años). Vestido con referencias a su ídolo, llegó al Orfeo con su hermano Fernando y un amigo (Martín), a eso de las 12 del mediodía. Debajo de su gorra, sus piercings, sus colgantes brillantes y sus dos relojes, habita un adolescente muy influenciado por Yankee.
“Daddy siempre nos deja un mensaje, dice que en la vida uno no tiene que ser un seguidor, sino que tiene que se un líder, y que la humildad es lo más importante que uno puede tener. Cuando sea grande me gustaría viajar a Puerto Rico. Me quedaría a vivir allá”, concluyó.
Evidentemente, ayer en Córdoba la fiebre era pura y exclusivamente para el puertorriqueño Daddy Yankee.
“Qué me va a importar el precio de las entradas. Soy hincha de Talleres y como jubilado me gasté 400 pesos para verlo descender. Cómo no le voy a dar una alegría a mi hija y a mi nieta”, dijo quien estaba desde temprano acompañando a sus nenas de 13 y 15 años.
“Nosotros nos privamos de muchas cosas, y si yo no pude vivir algo, quiero que ellas sí tengan la posibilidad. La felicidad no tiene precio”, reflexiona el padre de manos curtidas, peinando sus canas llenas de experiencia.
También estaba Leandro, de 21 años, quien “ambientó” en la peluquería un corte al estilo Daddy Yankee.
“Me gustan las letras que hablan de lo que pasa en la calle. En Somos de la calle relata cómo algunos se agarran del codo cuando le das la mano. Sea con plata, con un amigo, o con tu novia. También me gusta bailar sus canciones”, confesó sin sonrojarse, con su metro noventa a cuestas.
Por último, Ezequiel de Unquillo (17 años). Vestido con referencias a su ídolo, llegó al Orfeo con su hermano Fernando y un amigo (Martín), a eso de las 12 del mediodía. Debajo de su gorra, sus piercings, sus colgantes brillantes y sus dos relojes, habita un adolescente muy influenciado por Yankee.
“Daddy siempre nos deja un mensaje, dice que en la vida uno no tiene que ser un seguidor, sino que tiene que se un líder, y que la humildad es lo más importante que uno puede tener. Cuando sea grande me gustaría viajar a Puerto Rico. Me quedaría a vivir allá”, concluyó.
Evidentemente, ayer en Córdoba la fiebre era pura y exclusivamente para el puertorriqueño Daddy Yankee.
**Lavoz.com**
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